Proyectar
una Escuela Infantil supone atender a una compleja dualidad de escalas. Y supone
resolver un espacio en el que conviven percepciones muy diversas: las de los
educadores y las de los pequeños, que todavía están desarrollando su capacidad
cognitiva. Por tanto, pocos edificios como estos tienen la capacidad de ser
verdaderos Espacios Formativos.
El
paralelismo con la famosa novela “Alicia en el país de las maravillas” de Lewis
Caroll es inmediato, al transportarnos a un mundo de sensaciones
contradictorias donde se combinan imaginación y realidad, juego y trabajo,
diversión y responsabilidad. Un mundo de sensaciones, experiencias, juegos de
escalas y color percibido a través de los ojos de los niños, en convivencia con
los adultos, haciendo necesario utilizar una doble escala adaptada a cada uno
de ellos. Pero no solo la escala debe adaptarse, también la percepción de ese
espacio. Por eso consideramos fundamental pensar el edificio desde el interior.
En primer lugar el espacio central, que funciona como un espacio público
cubierto desde donde acceder a todas las aulas evitando así circulaciones por
pasillos. Un espacio fluido con elementos que potencian la percepción táctil y
visual: el patio circular que introduce el exterior al interior, los profundos
lucernarios de cubierta de más de 2 metros de altura que introducen un mundo de
color y de espacio protector, los accesos a las aulas con tabiques desdoblados
así como las ventanas profundas de estas, que son pequeños espacios
individuales y permiten introducirse en su interior a los niños. Recursos que
permiten potenciar un espacio háptico frente a un espacio puramente visual.
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