Es un local pequeño, de menos de 70 metros cuadrados, entre medianeras, con 4 crujías y con un pequeño patio en uno de los laterales del fondo de la parcela. La escasez de metros y el volumen del producto a exponer llevan a plantear una tienda bastante abierta y también obligan a encontrar la manera de aprovechar el espacio. En las dos primeras crujías conviven el escaparate, la zona de exposición, la zona de preparación de flores frescas y el mostrador. En la misma franja que el patio se sitúan un pequeño almacén y el aseo. Y en la tercera crujía se posiciona la cámara de flores, acristalada a dos caras, que define la parte posterior de la tienda, donde se habilita una mesa de despacho y el taller de producto seco. En la zona principal de la tienda se plantea un sistema de planos horizontales de formas redondeadas dispuestos a diferentes alturas en el espacio. El canto afilado de los planos, el contraste de su color claro contra el fondo oscuro de las paredes y la iluminación un tanto escenográfica a base de proyectores que concentran la luz, tratan de ofrecer al visitante la sensación de moverse entre láminas que flotan en el aire de la floristería.
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