En los primeros años de la historia moderna, los monjes taoístas cultivaban Bonsáis buscando traer la belleza de los árboles del exterior al interior, considerándolos un nexo entre lo humano y lo divino. En el Siglo XVIII, en las afueras de algunas ciudades de Europa, surgieron distintos paseos arbolados o alamedas, generando espacios de descanso y socialización antes inexistentes en las ciudades de la época. En las urbes modernas, los árboles son utilizados como elementos esenciales dentro de los procesos de urbanización y las especies vegetales son un factor irremplazable de contrapunto a las construcciones y la armonización de los espacios. La buena elección de las especies arbóreas y su correcta mantención generan un sinnúmero de beneficios, como por ejemplo la aislación acústica y visual, la regulación de la temperatura, la generación de corredores biológicos y el control de las velocidades del viento. El principal error al momento de elegir una especie es no considerar que es un ser vivo, que posee requerimientos específicos y que tiene externalidades.
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