El deterioro generalizado de las ciudades cubanas: reflexiones sobre sus causas

Este artículo fue publicado originalmente en La Joven Cuba el 28 de junio de 2022.

Hace unas semanas visité la azotea mirador del hotel Paseo del Prado y me extasié ante tanta belleza durante las horas del atardecer. Al frente, la entrada de la bahía y el Castillo de los Tres Reyes del Morro; rotando a la izquierda, la silueta del Malecón; girando hacia la derecha, el Paseo del Prado, con el Capitolio inmenso rematando la perspectiva. Pocas ciudades en el mundo poseen tanta belleza arquitectónica y paisajística, tanta historia y monumentalidad.

Sin embargo, al mirar hacia atrás, lo que percibí no era para enorgullecerse. A pesar de que mantenía cierta belleza, era una vista triste y gris: la gran masa descolorida y deteriorada de toda la ciudad detrás de esas fachadas de Prado y Malecón.

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Vista panorámica desde mirador del Hotel Paseo del Prado en Prado y Malecón, La Habana. Image © Abel Tablada

No es mi intención describir en detalle ni proveer cifras sobre el estado alarmante en que se encuentran La Habana y demás ciudades cubanas, porque resulta obvio ante la mirada y experiencia de todos. No obstante, se debe enfatizar que el deterioro abarca todas las esferas: física, económica, ambiental, sanitaria, estética, moral y espiritual.

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Bodega en calle 21 con persona durmiendo en el portal, Vedado, La Habana. Image © Abel Tablada

En las ciudades de la Isla y en especial en la capital, se produce una combinación fatídica de deterioro progresivo y acelerado de todo el fondo arquitectónico y de la producción de una nueva arquitectura de poco valor estético-ambiental. Nunca se había construido en Cuba, —ni por medios propios, ni por parte del Estado—, con tan baja calidad estética, tan pocas consideraciones ambientales y tan pobre calidad constructiva, y nunca antes el deterioro del fondo construido había sido tan generalizado y dramático.

La visión de una Ciudad Maravilla que celebró hace dos años su 500 aniversario, se desmorona ante nuestros ojos a diario. Desde los hechos más lamentables que causan muertes, como la caída de un balcón sobre la acera, techos que se desploman y fachadas que se derrumban enteras; hasta la imposibilidad de que cualquier propietario de una vivienda pueda arreglar sus ventanas, un simple problema de plomería o adquirir pintura para sus paredes. Es un desastre, no natural ni producto de un bombardeo, el que heredan las nuevas generaciones, y al menos deberíamos hacer un esfuerzo por reconocer las causas.

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Casa en Ruinas adyacente a palacete Ecléctico convertido en ciudadela en Calle 17, Vedado, La Habana. Image © Abel Tablada

A pesar de los esfuerzos de entidades como la Oficina del Historiador en La Habana, y sus similares en provincias, que han hecho una labor heroica durante décadas, y de los recientes esfuerzos en barrios precarios; a diario vemos cambios que, casi a cuentagotas, van ocurriendo en la ciudad y la han transmutado, de maravillosa, con enorme patrimonio, buen gusto, limpia, avanzada y vibrante, en una urbe que no sabe mantenerse, se va desluciendo, ensuciando, retrasando, empobreciendo, apagando y entristeciendo.

La era Trump, con el aumento de las sanciones, barrió con la ola esperanzadora de los últimos años de Obama y, sumado a los dos de pandemia con bajísimas tasas de turismo; incidieron en que los ingresos, a nivel estatal y privado, se redujeran drásticamente, lo que ha repercutido en la disminución de inversiones constructivas. Pero el problema de la degradación generalizada de las ciudades cubanas es de más larga data y no está solamente relacionado con el capital disponible, por lo que se pueden identificar siete —o más— causas, que son a su vez consecuencia de otras, fundamentales y sistémicas:

  1. La imposibilidad, por parte de privados y entidades estatales, de realizar mantenimientos frecuentes y obras de rehabilitación en edificios con deterioro medio y avanzado, debido a la descapitalización de la sociedad y la inexistencia de mecanismos compensatorios para una mayor asequibilidad de recursos materiales a todas las escalas.
  2. La participación reducida de arquitectos como proyectistas en los procesos de renovación o construcción de nuevas viviendas u otros tipos de edificios, tanto por parte de sectores con bajo nivel adquisitivo, como en los de altos ingresos, siendo estos últimos los de mayor impacto en la transformación del entorno urbano.
  3. La forma de contratación de arquitectos y empresas de proyectos —estatales cubanas o privadas extranjeras— no incluye un proceso de licitación o concurso, y posteriormente de evaluación/aprobación, eficaces sobre la calidad estético-ambiental de las nuevas edificaciones.  
  4. El papel relegado conferido a la arquitectura como parte de la cultura de la nación cubana y, junto al urbanismo, el no reconocimiento del impacto de sus valores en la transformación de la sociedad.
  5. El deterioro general de los sistemas de valores y referencias culturales, que combinan el gusto importado de los «nuevos ricos» de países vecinos y la poca formación estético cultural de amplios sectores populares que, si bien se beneficiaron de las políticas educativas del proceso revolucionario, fueron más efectivos en diseminar sus valores estéticos y costumbres que en asimilar los de la parte de la población más educada, rechazados por burgueses.
  6. Falta de sentido de pertenencia, sea entre residentes en un edificio multifamiliar o directivos de una entidad estatal, decisores y servidores públicos a todos los niveles.
  7. Incumplimiento continuado de las regulaciones urbanas por parte de entidades estatales y privados, ineficaz control de las entidades regulatorias y ausencia de mecanismos que, antes de sancionar, instruyan y prevengan las contravenciones urbanas.

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La degeneración de la calidad estético-ambiental de La Habana y otras ciudades a partir de estas causas, se refleja en lo que podríamos llamar categorías de la actividad constructiva o modificadora del ambiente urbano actual:

– Una categoría podría denominarse «precaria o de llega y pon». Son las intervenciones que aumentan como un cáncer por toda la ciudad y combinan la carencia de recursos y la pobre ejecución y diseño. Es la arquitectura característica de la favela o barrios insalubres, hoy llamados vulnerables en Cuba. Constituye un paisaje urbano común en Latinoamérica y otros países de bajos ingresos en África y Asia, y fue eliminado en gran medida en la Isla a inicios de la Revolución.

Sin embargo, por motivo del empobrecimiento de la población y la migración interna, se fue extendiendo nuevamente, no solo en barrios precarios de la periferia, sin servicios e infraestructuras básicas, sino también en repartos considerados de alto valor urbano arquitectónico, como el Vedado o la Víbora, donde proliferan cercas metálicas, carposhes o ampliaciones constructivas supuestamente temporales.

La proliferación de este tipo de intervenciones, junto a fenómenos como la presencia de basura, calles y aceras rotas y una imagen de precariedad general extendida en el tiempo; contribuye a que la gente vaya tolerando y aceptando este estado como parte de su entorno diario y no haga nada por mejorarlo. Ello es nocivo para una sociedad, pues causa un daño antropológico difícil de desterrar.

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– En la segunda categoría, que podríamos llamar «de “nuevo rico” o kitsch», se ubican las soluciones arquitectónicas con mayores recursos y más duraderas, pero sin el asesoramiento de arquitectos o diseñadores. Son realizadas principalmente por privados, pero también en inmuebles estatales.

El resultado es un diseño que no toma en cuenta el contexto y cuyos valores arquitectónicos son considerados pobres, pues incumplen leyes compositivas básicas como la armonía y la proporción y, en muchos casos, se ejecutan con muy baja calidad. En esta categoría se encuentran las ampliaciones o modificaciones de edificios y viviendas con uso de materiales que pueden ser costosos pero que desentonan, o simplemente no cumplen con las regulaciones urbanas de la zona donde se emplazan.

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Ejemplo de categoría «nuevo rico o kitsch» en El Vedado, La Habana. Image © Abel Tablada

– Una tercera categoría sería la de «nuevas micros», es decir, la construcción de viviendas por instituciones con recursos, pero sin un diseño adecuado y correspondiente con las necesidades y tendencias arquitectónicas actuales. Una vez pasada la etapa del edificio de micro-brigada, repetitivo y poco integrado al entorno, los nuevos han retomado formas y soluciones de la arquitectura inmediata anterior al período revolucionario. Se toma como referencia al edificio mediano de viviendas de la década del cincuenta, pero sin la calidad constructiva ni compositiva del movimiento moderno de esa etapa.

Son generalmente muy pesados, se distinguen por amplias zonas opacas y ventanas reducidas, con tecnologías constructivas muy artesanales o prefabricadas sin el debido control de calidad. Esto hace que sea una práctica extendida que no se logre una línea recta en una arista y que un muro terminado no consiga una superficie verdaderamente lisa y pulida.

Un balcón con grandes y pesadas vigas para su sostenimiento es otra prueba casi infalible de este tipo de edificación, algo resuelto con mucha elegancia más de medio siglo atrás. Por otra parte, cuando se construyen conjuntos de edificios en varias manzanas, las soluciones urbanas tampoco cumplen con las expectativas contemporáneas en cuanto a un urbanismo inclusivo, diverso, vibrante y sostenible.

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– En la cuarta categoría, que se podría nombrar «Edificios GAESA», se incluyen las edificaciones que requieren mayores presupuestos. Estos son los nuevos hoteles, inmuebles residenciales de alto estándar y edificios institucionales derivados de acuerdos con corporaciones extranjeras o con entidades nacionales de grandes recursos.

Aquí el problema, más grave aún, es que los proyectos no se licitan y se contrata por parte del conglomerado GAESA a una sola empresa de proyecto extranjera o a un número reducido de empresas de proyecto estatales. Y, para colmo de males, los proyectos con presupuestos aprobados, o no pasan por el tamiz de una comisión de patrimonio y urbanismo o pasan sin ser aprobados, pero se ejecutan de todas formas, justo lo que se criticaba fuertemente a los gobiernos republicanos. Al no haber transparencia en los procesos, ni un periodismo que dé seguimiento, se crea el caldo de cultivo para especulaciones sobre la posible corrupción que pueda existir entre las partes implicadas.

El resultado es la utilización de lotes en entornos de alto valor histórico, arquitectónico o paisajístico para la incorporación de grandes edificios que no solo no le añaden valor, sino que, de acuerdo a la opinión de muchos arquitectos, causan daño a la ciudad por no cumplir regulaciones urbanas, criterios de respeto al entorno construido, normas ambientales y principios bioclimáticos para un bajo consumo energético. En consecuencia, se desaprovecha la oportunidad de constituir una pieza que, adyacente a edificaciones más anónimas, se convierta en un nuevo hito urbano de alta calidad, representativa de la contemporaneidad e identidad citadina y de los caminos a seguir para un futuro sostenible.  

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Construcción del Hotel K23, que será el edificio más alto de Cuba, en Calle 23 y K, ejemplo de categoría «Edificios GAESA». El hotel 5 estrellas tendrá 42 niveles y 154 metros de altura y es financiado por la Empresa inmobiliaria Almest perteneciente a GAESA. La empresa constructora y de proyecto es la francesa Bouygues Batiment International junto a UCM y DCH. Image © Abel Tablada

Tampoco existe la consulta popular para este tipo de edificaciones con gran impacto urbano. La ciudadanía no tiene voz ni voto y se entera, en medio del período más difícil de la nación, del inicio de la construcción del hotel y edificio más alto de Cuba a cien metros del Habana Libre, o de otros hoteles en puntos neurálgicos de la capital, como Paseo del Prado, o el Gran Aston, a lo largo del Malecón, nuestra más emblemática avenida costera.

En esta categoría se incluyen asimismo renovaciones de edificios importantes, como la Terminal tres del Aeropuerto «José Martí» de La Habana, cuyo espacio principal fue decorado con elementos neocoloniales, que muestran un malogrado uso de proporciones, color y materiales. Pero el mayor daño es de concepto, pues la primera o última imagen que tendrán los visitantes será la de un país que recurre a un pasado pastiche porque no está capacitado para proyectar un presente atractivo y un futuro esperanzador.

Resulta una paradoja lo difícil que es obtener financiamiento para proyectos bellos, con beneficios comunitarios y ambientales como las inconclusas Escuelas Nacionales de Arte, y lo fácil que se consigue para ejecutar obras de pésima o mediocre calidad.

Muchos pensadores han fundamentado el estrecho vínculo entre la política y su expresión en la arquitectura y el urbanismo. Las ciudades son el reflejo de la historia de las sociedades que las han ido moldeando. Los problemas que se aprecian en las mega-ciudades de países capitalistas emergentes, donde el patrimonio edificado ha sido seriamente dañado, las desigualdades llegan a extremos alarmantes y la contribución al cambio climático es sustancial, especialmente en las ciudades latinoamericanas y asiáticas; es consecuencia directa e indirecta de las políticas económicas, la ideología imperante y la forma de gobernar.

Lo ocurrido en las ciudades cubanas durante el período republicano y revolucionario, también es consecuencia parcial de la política y la ideología. Se reconoce, por una parte, que gracias a la ausencia de una inversión capitalista descontrolada en el período post 1959, se salvó y se mantuvo en pie gran parte de nuestro patrimonio constructivo, a la par que se construyeron edificaciones con carácter social que compensaban las grandes desigualdades territoriales.

Por otra parte, sin embargo, existe un cúmulo complejo de causas, más esenciales y sistémicas que las expuestas en este trabajo, que deberían analizarse por arquitectos y otros especialistas para comprender, primero, el desequilibrio en las prioridades que dio el gobierno a un área de desarrollo a expensas de otras —como la arquitectura y el urbanismo—, y segundo, por qué, cuando la arquitectura ha tenido oportunidad de manifestarse de forma esporádica en décadas recientes, no dio frutos tan deseados como en los primeros años de Revolución y anteriores a esta.

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Escuela de Danza Moderna, Ricardo Porro, 1965. Image © Abel Tablada

Ello se plantea sin demeritar ejemplos siempre remarcables, tanto en nuevas edificaciones como en la restauración y renovación urbanas de los centros históricos en nuestras ciudades.

Entre las conjeturas que se pudieran analizar, debatir y/o demostrar, están los impactos que, durante el período revolucionario, produjeron en la arquitectura y el urbanismo cubanos ciertas decisiones, tendencias y formas de gobernar.

Como ejemplos, podríamos enumerar los impactos, previstos o no, que tuvieron:

  1. la centralización y estatización de toda la sociedad, que eliminó la rica y diversa tradición de saberes y haceres, siempre en evolución, de pequeños, medianos y grandes negocios y empresas; así como de la sociedad civil cubana, a la que pertenecía el Colegio de Arquitectos; todos parte fundamental de la cultura nacional,
  2. la aspiración de distribuir una riqueza creada durante el período Republicano en forma de inmuebles, tierras cultivables, servicios públicos e industrias, con la aplicación de medidas de corte popular como la Reforma Urbana y la desmonetización parcial de las relaciones económicas, pero sin crear bases e incentivos para su regeneración, a pesar de invertir en el desarrollo educacional de toda la población,
  3. las respuestas a las agresiones constantes por parte del gobierno de los EE.UU., de la clase burguesa afectada por el proceso revolucionario y de parte de la emigración posterior, por la necesidad de supervivencia del estado socialista, lo que, junto a otras razones, redujo considerablemente parte de las libertades y derechos por los que lucharon los cubanos,
  4. establecer en la política de cuadros a todos los niveles, la posición ideológica en tanto prioridad por sobre otras cualidades humanas, a saber: la inteligencia, la preparación, la experiencia y la idoneidad; y hasta por encima de principios como la honestidad,
  5. la personalidad excepcional de Fidel, su forma de gobernar, sus prioridades con el paso del tiempo, y el impacto de esto en la actuación de subordinados y organismos decisores intermedios,
  6. el cambio de mentalidad de gran parte de la población bajo los empujes liberadores de la Revolución, al pasar de ser servidoresde una clase pudiente y dominante a ser iguales, despojándose de la sumisión y rechazando ciertos valores por burgueses; pero, contradictoriamente, no ganando poder de decisión ante el nuevo Estado y, de cierta forma, también perdiendo el respeto o reconocimiento hacia el conciudadano, hacia la contraparte, con la instauración a todos los niveles del « ¿y quién tú eres para…?»,
  7. y quizás la más importante, el impacto que tuvo no haber hecho cambios sistémicos cuando, además de saber que el capitalismo neoliberal no era factible para todos los seres humanos y constituía una amenaza para la supervivencia del planeta; la ciencia, las experiencias y evidencias de otros países también demostraron que el sistema socialista de corte estatista, centralizado y excluyente en varios factores tampoco funcionaba en Cuba ni para los más vulnerables, sobre todo bajo el enorme impacto del bloqueo impuesto por el gobierno de los EE.UU.

En la recién concluida asamblea de la Sociedad de Arquitectura de La Habana se plantearon importantes reclamos y posibles acciones para el gremio de arquitectos y para la ciudad. Ellos pueden ser pasos que contribuyan a detener el proceso de deterioro de las urbes cubanas en las cuatro categorías mencionadas.

El más trascendental fue el llamado a recuperar la posición de la arquitectura dentro de la cultura cubana con el fin de elevar el reconocimiento e importancia que tienen ella y el urbanismo para transformar y mejorar la vida de la sociedad.

El segundo es la pertinencia de admitir el trabajo profesional independiente y no estatal de los arquitectos e ingenieros como una de las formas de trabajo dignas y necesarias para contrarrestar las condiciones descritas en este artículo, además de que sería un potencial freno a la emigración, ya casi masiva, de jóvenes universitarios.

Y una tercera demanda, quizás generalizada en la sociedad, fue la más rápida aplicación de medidas que materialicen los discursos referidos a la liberación de las fuerzas productivas y a los vínculos entre la ciencia y los resultados productivos palpables.

Otros colegas (1, 2, 3) ya se han pronunciado al resumir tales reclamos y propuestas, y se podrían escribir nuevos artículos que abordaran también la necesidad de formación, preparación y superación constante de arquitectos y decisores urbanos.   

La ciudad, como la vieron Eusebio Leal y Mario Coyula, y como la valoramos muchos colegas, es una fuente de riqueza y no solo una carga a la que haya que ir apagando fuegos y tapando baches, como la juzgan quizás algunos directivos municipales con poco poder de decisión y presupuesto asignado.

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© Abel Tablada

El suelo, las edificaciones, los viales, la vegetación, son bienes a cuidar y aprovechar. Pero son igualmente una fuente de riquezas que hay que saber gestionar, aplicando conceptos de ciclos de vida sostenibles desde el punto de vista económico, social y ambiental para que perduren por generaciones. Y esos gestores deben poseer un mínimo bagaje cultural para apreciar el valor de la ciudad y percatarse de que invertir en rescatar dichos valores y modernizar su infraestructura decadente, es más provechoso a largo plazo que sembrarla de grandes hoteles anodinos y consumidores de recursos.

Las ciudades que aspiramos algunos para Cuba las debemos pensar y construir entre todos, basados en indicadores multifactoriales pero con la participación activa y con el liderazgo de los profesionales, que, además de ser el recurso más valioso de la nación, son el ejército más efectivo contra el bloqueo externo.

Y a este recurso, sensible y en franco declive, no se le debe ignorar y no se le puede maltratar por parte de las autoridades con una pregunta que es la antípoda de la emancipación que ha buscado el pueblo cubano desde los tiempos del Padre Varela: ¿Y quiénes son ustedes para criticar, para proponer, para reclamar cambios o derechos?

Pues somos cubanos y con eso basta.

Notas

  1. Eduardo L Rodríguez: «Arquitectura: Modo de Empleo», Artcronica, no.18, 2021, p.10.
  2. Humberto Ramírez y Universo García: «Panorama actual de la Arquitectura Cubana», Artcronica, no.19, 2021, p. 38.
  3. Universo García, Universo. Post publicado en Facebook.

Fotografías de Abel Tablada.

Sobre este autor/a
Cita: Abel Tablada. "El deterioro generalizado de las ciudades cubanas: reflexiones sobre sus causas" 29 jun 2022. ArchDaily en Español. Accedido el . <https://www.archdaily.cl/cl/984413/el-deterioro-generalizado-de-las-ciudades-cubanas-reflexiones-sobre-sus-causas> ISSN 0719-8914

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