Según la UNESCO, el turismo está amenazando el patrimonio de la humanidad a tal punto que en este momento es un factor más relevante que las mismas guerras. La afirmación del organismo internacional puede parecer increíble, sobre todo si consideramos los hitos del triste palmarés de destrucción por parte del Estado Islámico (templo de Baal en Palmira, además de mezquitas, iglesias católicas y estatuas milenarias) y de Al-Qaeda, que destruyó los Budas de Bamiyán, uno de los casos de destrucción deliberada que más le duele a Occidente.
Más allá de que usted y yo no nos sintamos representantes del estereotipo del turista en sandalias y calcetas, la presión del turismo está afectando gravemente la conversación de centros arqueológicos, sitios patrimoniales y lugares históricos alrededor del mundo. ¿Por qué es tan difícil establecer un límite? Simple. Es un rubro increíblemente rentable.