El boom de las ciudades asiáticas: rumbo hacia una economía de mercado

Por Guillermo Tella, Arquitecto y Doctor en Urbanismo y Martín M. Muñoz, Licenciado en Urbanismo.

Desde su proceso de apertura económica, las ciudades chinas se han convertido en destinatarias de grandes inversiones multinacionales y, en ese contexto, comenzaron a ser objeto de fuertes procesos de transformación urbana. Cómo crecen, por qué crecen del modo en que lo hacen, qué políticas impulsan y sustentan ese crecimiento y qué calidad de vida proponen, son algunos de los interrogantes que a responder.

Existe una amplia variedad de lugares comunes sobre China. Desde las referencias a su cultura milenaria hasta su superlativa población de 1300 millones de habitantes. En verdad, todo número en ese país se torna inconmensurable. Así, en las últimas décadas China ha ganado reconocimiento por sus altas tasas de crecimiento económico sostenidas: de 8,4% en 2000 a 9,1% en 2011, según datos del Banco Mundial.

Necesariamente, este modelo requiere arraigarse en su territorio para transformar su sociedad. Y si China se caracterizó siempre por ser un país de altos contrastes, los cambios rápidos y profundos dejan en clara evidencia sobre sus ciudades. Beijing, Shanghái y Hong Kong lideran una constelación de asentamientos humanos de larga data que sólo recientemente han conocido un proceso acelerado de urbanización. La expansión, la satelización, la desdensificación, la modernización y la verticalización son términos que hablan sólo de los grandes trazos de esta compleja evolución.

En China un individuo no puede ser dueño de la tierra. Toda la tierra es de propiedad a perpetuidad del Estado o de un número limitado de órganos colegiados. Pero sí, en cambio, un particular o una empresa pueden poseer derechos sobre el uso del suelo. Y estos derechos se adquieren en el marco de una propuesta específica para el desarrollo de un inmueble. De este modo, la obtención de un derecho de uso es parte esencial del proceso de desarrollo.

Este proceso también es considerado como parte de los mecanismos de planificación urbana. Y, según los casos, el suelo puede ser transferido de la propiedad estatal a alguna de las formas de propiedad colectiva. Tanto los derechos de uso, como de cualquier desarrollo que se derive del ejercicio de ese derecho, son transferibles. Pero el propio suelo sigue siendo de dominio público y podrá ser recuperado al final del período concedido.

Un país, dos sistemas

© Plataforma Urbana

El punto de inflexión para este proceso de transformación fue la adopción del principio “un país, dos sistemas”; es decir, una sola China en la que coexisten el sistema comunista y el capitalista. Esta idea fue propuesta por Deng Xiaoping, durante su presidencia en la República Popular de 1984, con vistas al acuerdo que permitiría en 1997 la devolución de Hong Kong de manos de Gran Bretaña a la República Popular.

Otro paso fundamental fue el redireccionamiento de la planificación del país hacia una economía de mercado mediante una progresiva apertura externa que permitiera el desarrollo estratégico de ciertas regiones y zonas económicas especiales, con el propósito de incrementar la participación en la economía mundial, en donde ciertas ciudades actuarían como nodos claves para su inserción en el mercado globalizado.

Al respecto, Harry Den Hartog, diseñador urbano, investigador y fundador de la consultora “Urban Language”, comentó que “en verdad, la rápida urbanización ha sido uno de los objetivos principales del gobierno nacional de Beijing desde 2001. La urbanización masiva y el veloz crecimiento económico parecen ser un medio para mejorar el estándar de vida de la población. Pero con la rápida urbanización no se tuvieron en cuenta grandes problemas derivados como la especulación, contaminación ambiental, acceso al agua y a los alimentos, las inequidades sociales y la creciente brecha campo-ciudad”.

Esto ha dado como resultado un tipo de ciudad con sustanciales diferencias respecto de épocas anteriores. La ciudad global de hoy se asienta sobre un palimpsesto que guarda aún las formas de las ciudades tradicionales, basadas en preceptos de geomancia, con el acervo cultural de la Belle Époque europea y la impronta de la arquitectura sino-soviética de los años 80.

Aaron Davis es Diseñador Urbano en Prince’s Foundation, trabajó y vivió en China y mantiene vínculos profesionales con Asia desde entonces. Respecto del desarrollo inmobiliario y urbano en ese país, percibe cierto amesetamiento del mercado tras el boom especulativo detonado en 2009 en Beijing.

Con todo, la ciudad china del siglo XXI se caracteriza principalmente por contar con un distrito central de comercio y negocios, regulaciones de zonificación comercial e industrial de gran escala, aeropuerto internacional, múltiples núcleos urbanos, edificios corporativos y de servicios nacionales, extensos sistemas de transporte público y una alta densidad de población.

Del campo a la ciudad

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Como consecuencia, la República Popular China atraviesa un acelerado proceso de urbanización, con más del 50% de la población residiendo en ciudades. En este proceso de transformación social, económica y territorial, se están desarrollando diez zonas principales de aglomeración megalopolitanas. Según datos de la Comisión de Desarrollo y Reforma Nacional de China, estas zonas constituyen una décima parte de la superficie total de país y concentran un tercio de su población y la mitad del producto bruto. De estas diez regiones metropolitanas, tres son las originalmente determinadas por las reformas económicas de mediados de los ’80:

● Región del Delta del Río Las Perlas, de 120 millones de habitantes, con cabecera en Hong Kong.

● Región del Delta del Río Yangtzé, con 93 millones de personas y la primacía de Shanghái.

● Región del Río Amarillo y Mar de Bohai, de 48 millones de población, con centro en Beijing.

Sobre este alto grado de urbanización de la población, la migración campo-ciudad es alentada por la búsqueda de mejores oportunidades de progreso en las metrópolis chinas. Al respecto, Mats Anderson, consultor especializado en desarrollo urbano e institucional, destaca que “el incremento anual constante en el número de personas en las zonas urbanas es enorme y el aumento anual de la población urbana es similar al de los países en desarrollo”.

En China existen sistemas de control poblacional derivados de las políticas de economía socialista centralizada que han atado a su población a su lugar de residencia mediante diversos mecanismos burocráticos ligados a su unidad de trabajo (danwei), a su estatus de residencia registrado (hukou) o educativo (dangan). Sin embargo, desde la introducción de las reformas y apertura económicas, las autoridades chinas han ido tratando de relajar estos sistemas en pos de apuntalar el proceso de crecimiento económico.

No obstante, estos pequeños avances no han logrado resolver la situación de cerca de 200 millones de migrantes rurales que viven en condiciones de precariedad legal en las ciudades, según datos del Ministerio de Agricultura chino. La mayoría de ellos trabajan en la construcción o en otras industrias de bajos salarios, duermen en habitaciones provistas por sus empleadores, buscan vender su trabajo en las esquinas y duermen en estaciones de trenes o debajo de los puentes, consagrándolos como “ciudadanos de segunda”.

Desdensificar el centro

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A la par del proceso migratorio rural-urbano, otro movimiento poblacional se genera con las políticas de “desdensificación” llevadas adelante en ciudades más antiguas como Beijing o Shanghái. Esta reestructuración urbana supone la eliminación de los barrios tradicionales del centro de la ciudad -muchos de ellos con problemas de hacinamiento-, trasladando la población local a ciudades satélites construidas a nuevo en torno a la ciudad madre.

Armando Silva es Doctor en Filosofía y Literatura Comparada de la Universidad de California y su extenso trabajo sobre la construcción social de imaginarios urbanos es mundialmente reconocido. Consultado sobre el proceso chino de reubicación de la población de los barrios tradicionales, encuentra que puede entenderse como el caso inverso del reconocido “urbanismo sin ciudad”, es decir, el caso de la “ciudad sin urbanismo”. “Porque casi son urbes de paso, pues sus vínculos como ciudadanos deben ser repartidos entre el pueblo de origen (situado a muchos kilómetros) y la ciudad en la que viven, la satélite, que es transitoria en sus imaginarios”.

A su vez, esos espacios centrales liberados y demolidos son re-desarrollados con proyectos de alta densidad comercial y residencial en altura, rodeados de amplios espacios de suelo libre y verde. Es por ello que el holandés Harry Den Hartog reconoce claras vinculaciones con el modelo de ciudad-jardín de Ebenezer Howard, de fines del siglo XIX y con las recomendaciones estratégicas de los planes regionales del Lord Abercrombie para Londres hacia finales de la Segunda Guerra Mundial.

De estas fuentes occidentales surge el tipo de planificación sobre la base de las ciudades satélites, el control del derrame poblacional (overspill), control del crecimiento de la expansión urbana en baja densidad (urban sprawl) y el desarrollo de áreas rurales entre las nuevas ciudades y la ciudad central.

En tal sentido, el diseñador urbano Den Hartog nos aporta que “sin bien la descentralización ha liberado la presión de la congestión en la ciudad central, debido al crecimiento masivo, la incesante afluencia de inmigrantes, la mayor cantidad de metros cuadrados por persona y la enorme cantidad de nuevos edificios de oficinas, la congestión sigue siendo enorme, aunque es necesaria para hacer que la ciudad sea eficiente”.

Una París en Oriente

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En Shanghái las reformas económicas que catalizaron el rápido crecimiento de China, generaron nuevas oportunidades y acentuaron viejos problemas. Como estrategia de planificación regional, se apeló a cambiar la estructura urbana, abandonando el concepto monocéntrico por uno de tipo policéntrico, a partir de la creación de las siete primeras ciudades satélites, actualmente conurbadas.

Luego, en 1999 las autoridades locales determinaron un plan de desarrollo de la ciudad cuya estrategia medular fue la descentralización y descongestión por medio de un sistema urbano conformado por una “ciudad central” orientada al sector de servicios, 9 ciudades claves descentralizadas como centros administrativos, 6 pueblos pequeños y 17 barrios o villas en la región periurbana, que permitieran recanalizar el crecimiento poblacional y atender a los problemas detectados en el centro histórico de la ciudad.

“Sin embargo, -advierte Den Hartog- en muchas nuevas ciudades el uso de la tierra no es tan eficiente, debido a la especulación: existen muchos edificios vacíos y en algunos casos carecen de instalaciones”. Muchas de estas nuevas urbanizaciones periféricas se construyeron en base a estilos arquitectónicos de clara matriz europea. Siguiendo una tendencia mundial de creación de escenografías temáticas, los nuevos pueblos replicaron barrios tradicionales ingleses, alemanes, escandinavos, holandeses o franceses.

El objetivo explícito era experimentar con proyectos pilotos de ciudades nuevas en las que los temas fueran una herramienta tanto de atracción de pobladores como de creación de un sentido de comunidad que pudiera ser moldeado desde el inicio. Estas nuevas ciudades alrededor de Shanghái se encuentran en un alto grado experimental. Al respecto, Armando Silva aporta que: “Este proceso no puede considerarse como una hibridación cultural, pues es solo la fachada. Pero sí destaca el imaginario occidental que los alienta. La modernización sigue aún un imaginario europeo. Hay que pensar mejor en una colonización, consentida e impulsada”.

Zodwa Sibelekwana es Planificadora Urbana y Administradora de Usos del Suelo en la Municipalidad Metropolitana de la Ciudad de Búfalo (Sudáfrica) y desde su experiencia señala que en su país se “introdujo un programa de ‘Desarrollo Rural’ mediante el cual se prestan servicios a personas en zonas rurales sin que tengan que emigrar a las ciudades. El desarrollo rural es el proceso que mejora la calidad de vida y el bienestar económico de las personas que viven en zonas aisladas.” En su opinión, el gobierno chino debería poner atención en el desarrollo de las zonas rurales y la descentralización para tratar de frenar la creciente urbanización.

“Lo destacable en esas ciudades satélites chinas, –rescata Armando Silva– es que es un plan masivo y estatal por construir en muchos sitios y dar un salida a un problema inmanente. Y esto es su originalidad, en Estados Unidos son proyectos de desarrollo corporativo y en América Latina son empresas privadas de construcción las que lo hacen”.

Lecciones que no son cuento

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Las ciudades chinas buscan insertarse en un escenario mundial. Y lo hacen mediante regulaciones de zonificación comercial e industrial de gran escala, la creación de aeropuertos, múltiples núcleos urbanos, edificios corporativos y de servicios nacionales, extensos sistemas de transporte público y alta densidad de población. Se encuentran también en un cambio masivo derivado del paso de una economía planificada a una de mercado. Esto define un escenario en el que empresas y ciudades son orientadas por la demanda.

Sus edificios muestran opulencia en una variedad de estilos, lo que establece una creciente competencia entre ciudades. Esto da lugar a un aumento de tensiones económicas y sociales. En ciertas instancias, los organismos permiten la recaudación pública de la plusvalía urbana, producto del cambio de la normativa y bajo distintos mecanismos.

La irrupción de grandes inversiones inmobiliarias o los procesos de renacimiento urbano de las áreas centrales crean diferentes paisajes. En la mayoría de las ciudades hay grandes áreas de bloques de viviendas uniformes, que son lugares inhóspitos en términos de las necesidades humanas.

Un aspecto común a la planificación es la apuesta al espacio urbano abierto como elemento articulador, que favorece la sociabilidad y mixtura social. Esto pone en realce la puja entre ese tejido denso, de baja altura y orgánico de los barrios tradicionales, y uno moderno, denso pero de elevada verticalidad.

Estas circunstancias generan una fuerte disputa entre la forma de hacer ciudad de los sectores de bajos ingresos y los sectores de alta concentración económica, cada uno con capacidades dispares en recursos y saberes. Hoy se discute cómo conservar zonas de viviendas insalubres pero pintorescas, con edificios abandonados que son una carga para sus habitantes pero que dan cuenta de expresiones de una pobreza pasada.

En materia de insostenibilidad ambiental, el éxito económico ha dejado a su paso un legado de contaminación de suelo, aire y agua. Y los gobiernos están trabajando para abordar todas estas cuestiones, cada uno con mayor o menor énfasis, mientras transita un período de presión urbanística sin precedentes. De manera que estas ciudades constituyen un verdadero laboratorio para explorar los efectos de ciertos procesos territoriales por los que nuestras ciudades latinoamericanas se aprestan a transitar.

Este artículo fue inicialmente publicado en Plataforma Urbana.

Sobre este autor/a
Cita: Guillermo Tella. "El boom de las ciudades asiáticas: rumbo hacia una economía de mercado" 12 feb 2015. ArchDaily en Español. Accedido el . <https://www.archdaily.cl/cl/761948/el-boom-de-las-ciudades-asiaticas-rumbo-hacia-una-economia-de-mercado> ISSN 0719-8914

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